Si me pidieran que yo no hablara, les diría que no estoy callado y hablo elocuentemente mediante gestos y la tabla alfabética.

Si me preguntaran por qué no hablo, les diría que principalmente por tres razones. La primera, porque creo que estoy hablando eternamente a través de todos ustedes. La segunda porque guardo silencio en mi forma física personal para aliviar el tedio de hablar incesantemente a través de los cuerpos de ustedes. Y la tercera razón es porque toda conversación es mera cháchara. Las conferencias, los mensajes, las declaraciones y los discursos de cualquier clase, espirituales o demás, impartidos mediante pronunciamientos o escritos, son mera cháchara cuando no se los pone en acción ni se vive conforme a ellos. 

Si me preguntaran cuándo interrumpiré mi silencio, les diría que cuando yo tenga ganas de pronunciar la única Palabra verdadera que fue pronunciada en el Principio No Incoado como la única Palabra digna de ser pronunciada. Está muy cerca la hora para que yo interrumpa mi silencio externo y pronuncie esa Palabra.

Cuando alguien dice a los demás: “Sé bueno”, transmite a quienes le escuchan la sensación de que él es bueno y los otros no lo son. Cuando dice: “Sean valientes, sinceros y puros”, transmite a quienes le escuchan la sensación de quien les habla es todo eso mientras que ellos son cobardes, falsarios e impuros.

Amar a Dios de la manera más práctica es amar a nuestros semejantes. Amamos a Dios si nuestros sentimientos hacia los demás son iguales a los que tenemos con nuestros seres queridos.

Estamos amando a Dios si miramos dentro de nosotros mismos en lugar de ver defectos en los demás. 

Estamos amando a Dios si sufrimos con el sufrimiento de los demás y nos sentimos felices con la felicidad de los demás.

Estamos amando a Dios si pensamos que nosotros somos más afortunados que muchísimos otros en lugar de preocuparnos por nuestras propias desgracias.

Estamos amando a Dios si comprendemos y creemos que el más grande acto de devoción y adoración a Dios consiste en no herir ni dañar a ninguno de Sus seres.

Para amar a Dios como Él debe ser amado debemos vivir para Dios y morir por Dios, sabiendo que el objetivo de toda la vida es amar a Dios y encontrarlo como nuestro propio Ser.

— Bhau Kalchuri, Lord Meher XIII.