El amor no puede nacer solo por determinación. A través del ejercicio de la voluntad, uno puede, en el mejor de los casos, ser responsable. Con lucha y esfuerzo uno se puede asegurar de que su acción externa se haga conforme al concepto propio de lo que es correcto; pero tal acción es espiritualmente estéril porque carece de la belleza interna del amor espontáneo, del amor natural. El amor tiene que surgir espontáneamente desde el interior; de ninguna manera es permisivo o consciente de alguna forma de fuerza interna o externa. El amor y la coerción jamás pueden ir juntos, pero mientras que el amor no se le puede imponer a nadie, puede ser despertado mediante el amor mismo. El amor se comunica a sí mismo; el amor transmite amor, el amor se transmite a sí mismo, se despierta a sí mismo, los que no lo tienen se contagian de quienes lo tienen. Quienes reciben amor de otros no pueden ser sus receptores sin dar una respuesta que, en sí, es la naturaleza misma del amor. El verdadero amor es inconquistable, es irresistible. Sigue acumulando poder y diseminándose hasta que finalmente transforma a todos aquellos a los que toca. La humanidad alcanzará un nuevo modo de ser y de vida mediante la libre e irrestricta interacción de amor puro que va de corazón a corazón.